Josefina Leyva: «Yo me siento más novelista que poeta»

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Entrevista de María Alejandra Crespín Argañaraz 1
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Especial para Palabra Viva
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JOSEFINA LEYVA, poeta, novelista, traductora, periodista y profesora universitaria, nacida en Cienfuegos, Cuba. Trabajó como catedrática de literatura y de francés en la Universidad de La Habana. Ha residido en España y Venezuela, donde trabajó como profesora y periodista. En la actualidad reside en los Estados Unidos. Ha publicado las novelas: Los Balseros de la Libertad (1992); Operación Pedro Pan, el Éxodo de los Niños Cubanos (1993); El Tiempo Inagotado de Irene Marquina (1994); El Aullido de las Muchedumbres, ganadora de la Distinción de Honor de "La Rosa Blanca" en el patronato José Martí de Los Ángeles, California (1994); Rut, la que huyó de la Biblia, Premio de Novela Inédita, Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York (1999);  Las Siete Estaciones de una Búsqueda (2000) y Entre los Rostros de Tailandia (2004). En el género de poesía ha publicado el poemario: Imágenes desde Cuba (1995). Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés.


PALABRA VIVA.- Ya estamos otra vez juntos para deleitarnos con la literatura, con las letras, con Josefina Leyva. Hablar con la escritora cubana  Josefina Leyva, es realmente un deleite para el espíritu. Es una mujer exquisita, delicada, amante por sobre todo de la libertad como tema recurrente en su obra. Y para comenzar nos gustaría saber, Josefina, si bien eres poeta, traductora, periodista y profesora universitaria, cómo ha sido tu vida, y qué cosas te han motivado a escribir.

JOSEFINA LEYVA.-  Ante todo, Alejandra, muchísimas gracias por esta presentación tan acogedora, has sido muy generosa. Pues mira, yo pasé una parte de mi niñez en una ciudad de Cuba llamada Cienfuegos, que  se asomaba al mar. Después viví en Cartagena, un pequeño pueblo de campo. Ese pueblo aparece en mi novela El Aullido de las Muchedumbres. Cuando empecé a estudiar en la universidad, me fui a vivir en La Habana hasta que salí de Cuba en 1983.  Luego fui a Venezuela, donde ejercí la docencia y el periodismo.  Más tarde anduve por Madrid, y ahora vivo en La Florida.

P. V. De modo que actualmente resides en los Estados Unidos.

J. L. Si, así es.

P. V. Y qué cosas en la vida te han motivado a escribir? Cuál fue el primer paso para que vos dijeras: "me largo a escribir", más allá de tu rol docente?

J. L. 
Me motivó el interés en el hombre, en el ser humano; mi curiosidad por el mundo; mi deseo de explicarme las aparentes injusticias de la vida, cuya explicación hallé en el yoga y en mi creencia esencial en el karma y en la reencarnación. De esa manera, de acuerdo a lo que hacemos, tenemos recompensa o tenemos corrección, no castigo, porque no es la intención de Dios castigarnos sino  hacernos aprender de los errores que cometemos. Todas esas motivaciones necesitaba comunicarlas a los demás, y por eso me puse a escribir.

P. V.- Y, ¿qué te llevó a creer en el budismo, en el yoga, en la transmigración de las almas?

J. L.- 
Mi necesidad de hallarles un sentido a la vida y a la muerte y de prepararme para asumir ambos.  Yo practiqué meditación budista por dos años, con un monje de esta religión; me hizo mucho bien,  pero mi camino esencial es el yoga y lo practico diariamente. Es allí donde yo he hallado una respuesta coherente a la vida. Necesito la plegaria, la presencia de Dios, la disciplina física para cuidar la salud y la esperanza de la justicia divina en la reencarnación.

P. V.- ¿Y te ha llevado algo místico al yoga?

J. L.-
Sí.  Por muchos años yo fui atea, es decir que mi evolución espiritual ha sido compleja. Yo diría que ha sido tan dolorosa como la de Unamuno en su búsqueda de Dios, como él expresó en el libro Del Sentimiento Trágico de la Vida.  Sentí esa búsqueda como algo trágico yo también , hasta que por fin hallé una respuesta en el yoga. En el yoga aprendí que hay cuatro caminos para llegar a Dios:  el camino del conocimiento, el del amor, el  del trabajo en favor de los otros y las prácticas de meditación, y otras que conforman el raja yoga. Mi camino esencial es el del conocimiento.

P. V.- El camino del conocimiento y ahí me haces recordar al escritor Carlos Castaneda. Entonces, ¿podemos afirmar que tu creencia en la reencarnación, en la transmigración de las almas, se ve plasmada en tus obras?

J. L.-
Si, se ve plasmada.  Por ejemplo, en mi novela Las Siete Estaciones de una Búsqueda  está la búsqueda espiritual, la mística del sentir religioso. Esa novela se desarrolla en Puerto Rico, y sin embargo no es de mis novelas más significativas. Mi novela más significativa es Ruth, la que huyò de la Biblia, dicen los críticos. Es una novela psicológica donde estudio  tres personalidades en un triángulo difícil de entender, complejo. En esa novela, yo usé la sugerencia, la ambigüedad, el misterio como elementos técnicos. Con ese misterio tejí la trama, y tejí a los personajes.  Primero me brotaron los personajes y después la trama. Y entonces tuvieron vida propia. Después que a una le brotan los personajes, se convierten en seres autónomos, y así los siente una.

P. V.- Y en medio de tanto misterio, ¿qué cosas te emocionan de la vida?

J. L.-
Mira, me gustan los viajes. He tratado de viajar lo más que he podido, y uno de mis viajes más interesantes fue el primero que hice a Tailandia, y de ahí surgió como resultado mi novela Entre los Rostros de Tailandia, basada en el pensar budista y en la reencarnación. Ésta es otra novela en la que se manifiesta la reencarnación, aunque el concepto del alma no es budista sino hinduista. Los budistas creen que dentro de cada ser humano hay una energía que lleva consigo el karma, o sea,  las consecuencias de nuestros actos, sean positivos o negativos. Y entonces, mostré varios seres en esta novela que van de una vida a otra, movidos por el afán de libertad, ya que el alma siempre busca la libertad, y también mostré el deseo como móvil de la reencarnación y el determinismo dado por las consecuencias de nuestros actos. El protagonista de la novela es médico en Tailandia y me gustó trabajar a este personaje, porque estuve casada con un médico varios años, y por lo tanto sé cómo es la vida de un médico, e incluso de niña pensé en estudiar medicina, pero por fin me decidí por el arte, cuando comprendí que eso era lo que realmente me gustaba.

P. V.- Entre tantos libros escritos por vos, hay uno solo de poesía. ¿Cuál es la causa de que sólo hayas escrito un libro de poesía?

J. L.-
Alejandra, es que yo me siento más novelista que poeta, aunque en mis novelas, yo he trabajado la prosa poética. Por ejemplo, tengo una historia de amor de un hombre y una mujer, inédita todavía, que contiene dos monólogos porque uno de los temas recurrentes en lo que yo he escrito en narrativa es la comunicación como problema humano, y está tratada también en mi novela  La Cena de los Trece Comensales, que presentaré en el próximo año. Yo creo que ahí está tratado el problema de la comunicación, de lo difícil que es comunicarse con otros seres humanos a nivel profundo, aun en el caso de un psicólogo y su paciente. Entre esos problemas están el miedo, la inhibición, los prejuicios, los principios morales, el compromiso con otras personas, las racionalizaciones...

P. V.- Hay escritores que verán esta entrevista y que tienen su obras sin editar.  ¿Qué les dirías?

J. L.-
Que no se olviden de la espiritualidad. Esto es muy importante. Es un retorno a Dios, y un retorno a los valores más altos de la vida, que son el amor a la belleza,  a la honestidad,  a la sinceridad. Es sentir lo bello de la vida y querer plasmarlo. Actualmente se ha echado lo bello a un lado en el arte: en la música, en la pintura, en la poesía, en la novela, y se ha apelado a lo grotesco. Yo creo que debe haber un retorno a la bello. Esto no quiere decir que traicionemos la verdad de la vida ni mucho menos. Yo creo que todo puede decirse, hasta lo más bajo del ser humano, pero sin renunciar a la estética.  Creo que basta ya de inundarnos con lo grotesco en el arte. Eso podríamos moldearlo apelando a lo bello. Soy una convencida de que Hegel, ha sido probablemente el más alto estético del mundo, y aunque mucha gente moderna lo considera pasado de moda, Hegel sentó como condición del arte la expresión de lo bello. Yo he tratado de ser fiel a eso, porque Rut es una novela en la que presento aspectos muy conflictivos del ser humano, pero creo no haber descendido a lo vulgar. No quiero decir con esto que se oculte la verdad de la vida y de los caracteres. Se trata de decir esa verdad de tal modo que la gente haga un retorno a lo que no es grotesco, o bien se puede expresar lo grotesco rodeándolo de belleza. Creo además que dentro de la espiritualidad  está la búsqueda de Dios. A propósito de esto, podemos añadir que la religión tiene dos vertientes: una es la religión como represión y otra,  la más alta, es la religión como camino hacia la libertad. 

P. V.- Y esto me hace recordar al inolvidable José Martí. No podemos dejarlo de lado.  Me llama la atención profundamente lo que dijiste en una conferencia acerca de que Martí poetizaba la guerra.

J. L.-
Si, poetizaba la guerra.  Cuando escribió por ejemplo, sobre Antonio Maceo, el más alto guerrero que Cuba tuvo en su historia, embelleció su figura y sus acciones. El jefe de nuestro ejército libertador fue Màximo Gómez, un dominicano a quien quiero y admiro muchísimo. Gómez es una figura clásica por su serenidad, por su autocontrol dentro del ámbito de la historia. Pero Antonio Maceo es la pasión, es el héroe romántico por excelencia, y así lo presentó Martí. Maceo era casi un Aquiles en la guerra. Martí lo mostrtó en un caballo blanco, como un gran jinete, con plata ornamentándole la montura. Mostró además su elegancia, su honestidad, su valentía, su manera limpia de actuar en la guerra. Eso es bello, es poético. El honor es parte de la poesía de la guerra. Los héroes que luchan limpiamente por un ideal son parte de la poesía de  la guerra.

P. V.- Es un placer hablar contigo, porque hemos hablado del budismo, del conocimiento, de la libertad, y tantos temas.

J. L.
- Eres muy generosa, Alejandra: una muchacha de grandes valores y sabes que te estimo, y agradezco que hayas traido a José Martí a esta entrevista..

P. V.- A qué escritor universal te hubiera gustado conocer?

J. L.- A León Tolstoi. Es mi preferido. Fue el maestro de la novela histórica universal, porque recogió una parte interesantísima de la historia humana: las luchas entre Napoleón y Alejandro I de Rusia: la primera invasión de Bonaparte a aquel país,  el pacto que representó la paz entre ambos emperadores y la segunda invasión a Rusia. que resultó una aventura loca de Napoleón.  Él llevó a Rusia màs de cuatrocientos mil hombres, que necesitaban alimentos, abrigos, caballos... Entonces el zar  Alejandro I empezó a retroceder y  dejó avanzar a Napoleón. Cuando éste llegó al Kremlin ya estaba perdido porque entraba el invierno que muchos de sus soldados no podían soportar, de manera que tuvo que volver a Francia derrotado. Fue así como de aquel ejército apenas regresaron quince mil hombres. La novela histórica debe tener personajes de gran relieve psicológico. La guerra y La Paz los tiene. La novela histórica debe ser también el retrato de una época. Debe mostrar además  cómo pensaba la gente de esa época, cuáles eran sus aspiraciones, sus limitaciones, sus creencias.  La guerra y La Paz tiene unos personajes fabulosos, y creo que es un error hoy dìa el descuido en el estudio de los clásicos. En Alemania, muchos jóvenes  no quieren estudiar a Schiller ni a Goethe. Y entonces, preguntamos ¿dónde están los modelos? Eso no quiere decir que vayamos a hacer del arte algo coagulado, algo estàtico, no se trata de eso, sino de aprender de aquellos maestros para crear estilos propios que hagan evolucionar la literatura, ya que cada generación tiene su propio gusto estético y necesita expresarlo.

Para terminar esta entrevista, un soneto de Josefina Leyva:

NOSTALGIA POR LA CASA ABANDONADA

¡Qué aroma el de la casa abandonada,
tras el dintel que se quedó vacío.
La sombra que olvidaba la mañana
y acunaba el amor tuyo y el mío.

La humedad en las paredes y en los sitios
donde los cuadros fueron descolgados,
la yedra que abrazaba los tejados
y el rostro del amor callado y tibio.

Llegábamos muy juntos, esperando
el encuentro de los besos furtivos
que el eco de las paredes fue clavando.

 Muy juntos, cobijándonos del frío,
dejábamos que el amor fuera fraguando
entre yedra y silencio, nuestro nido.

1. N. de la R.: Transcripción literal y parcial de la entrevista realizada en video.



Versión en Video de la entrevista a la escritora cubana Josefina Leyva, realizada en Buenos Aires el dia 28 De Octubre De 2009, por Alejandra Crespin Argañaraz, y la grabación y edición de Roberto Brandana.



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