Porfirio Mamani Macedo: «La poesía es uno de los medios que mejor transmite los sentimientos profundos del ser humano»

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Entrevista de Willy del Pozo
Desde París | Francia

Para Palabra Viva
© 2016 Analecta Literaria



Porfirio Mamani Macedo, nació en Arequipa, Perú en 1963. Es doctor en Letras en la Universidad de la Sorbona. Se ha graduado también de abogado en la Universidad Católica de Santa María, y ha hecho estudios de Literatura en la Universidad de San Agustín (Arequipa). Reside en París, Francia, desde 1991. Ha publicado, entre otros libros: Ecos de la Memoria (poesía) Lima, Perú, 1988.  Les Vigies (cuentos), Paris, 1997. Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d’un fleuve  (poesía), Paris 2002; Le jardin el l’oubli, (novela), Paris, 2002.  Más allá del día/Au-delà du jour  (poemas en prosa), Paris, 2000; Flora Tristan, La paria et la femme Etrangère dans son œuvre, Paris 2003.(Ensayo);  Voix au-delà de frontière, Paris 2003.  Un été à voix haute, Paris 2004; Poème à une étrangère, Paris 2005. Avant de dormir, Paris 2006. La sociedad peruana en la obra de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo), Lima, 2007; Représentation de la société péruvienne au XXème siécle dans l’œuvre de Julio Ramón Ribeyro. Paris,  2007; Lluvia después de mi caída y un Requien para Darfur, Lima, 2008; Tres poéticas entre la guerra civil española y el exilio: Miguel Hernández, Rafael Alberti y Max Aub, Lima, 2009; Antes del sueño, Lima, 2009. Ha enseñado en varias universidades francesas. Actualmente enseña  en Sorbonne Nouvelle-Paris III, y en la Universidad de Picadie Jules Verne. Ha merecido reconocimientos como  la Medalla de Oro de la Cultura, otorgada por la Municipalidad Provincial de Arequipa. Fue un Autor invitado por La Maison internationale des poètes  et des écrivains de Saint-Malo (France). El editor y escritor peruano, José Wilfredo del Pozo Alarcón (Willy del Pozo), lo entrevistó en París, especialmente para PALABRA VIVA.  


PALABRA VIVA.- «Ecos de la memoria», tu primer libro, data de 1988, ahora, con la madurez, ¿cómo sientes la poesía?

PORFIRIO MAMANI MACEDO.- La poesía es un mundo amplio e infinito, y la siento como desde el primer  día que me acerqué a ella. Desde entonces me he ido llenando de experiencias  vividas, unas dolorosas, otras menos, pero en todas ellas la poesía siempre ha estado a mi lado, como si fuera parte inherente a mi ser. Cada vez  que me invade la terrible soledad, es ahí, en el momento más crítico, cuando siento mejor su palpitar y hablo con ella, y su presencia es irremplazable.
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P. V.- Juan Gelman, Mario Benedetti, entre otros, han calificado a la poesía como «la Cenicienta de la literatura», ¿qué opinas? 

P. M. M.- Precisamente por ser lo que es la poesía, única, singular, propia en su género, es vista de tal manera. Pero surge esa dualidad de que es marginal, y también es algo precioso, donde en algún momento casi todos los hombres habrán buscado refugio, sea por la amistad, el amor o el odio. La poesía es uno de los medios que mejor transmite los sentimientos profundos del ser humano. 

P. V.- Tres poetas franceses del siglo XXI a los que no debemos perderles la pista. 

P. M. M.- La poesía francesa contemporánea esta nutrida por varios poetas relevantes, quienes de algún modo han logrado heredarnos una obra importante, a pesar de las  dificultades con relación al mundo editorial. Entre ellos hay que mencionar a Yves Bonnefoy (fallecido recientemente), a Philippe Jaccottet  y  Jacques Ancet.

P. V.- La vida es más que un viaje, ¿qué te llevó a afincarte por largos años en París? 

P. M. M.- Fue tal vez un sueño, pero me fui quedando y los años iban pasando no en vano. Estuve antes en Madrid, de donde salí huyendo por la reacción violenta y humillante de la sociedad  española, y precisamente en los años cuando se festejaba el “encuentro” de dos mundos. París  fue mi refugio, aunque fue muy duro instalarse, y aún lo es, París se ha convertido en mi segunda Patria que me ha visto caminar, empezar a andar tanto en su cultura y sobre todo en la lengua francesa. Volví a  nacer aquí. 

P. V.- Tu novela «El viaje de María Hortensia» ¿es una forma de travesía interna a través de los recuerdos? 

P. M. M.- Es más la rememoración de una época importante de la historia política, económica y cultural del Perú, puesto que trata el tema de la Reforma Agraria, que yo la viví de cuando la aplicaron, y observé las consecuencias  en la sociedad; y más tarde, estudié este tema en mi formación jurídica. En este sentido es una travesía en la evolución de la problemática de la realidad peruana, que ya el mismo José Carlos Mariátegui, reflexionó en sus ensayos. 


P. V.- En «El viaje de María Hortensia» se tocan temas como la venganza, las desapariciones, la época terrible de los ochenta, ¿cómo curar estas heridas históricas? 

P. M. M.- Son heridas profundas  que han mellado el curso de la historia Peruana. Y quizás  no se pueda curar, sino más  bien, comprender mejor aquel momento histórico. Para ello, el mejor medio es la cultura, la lectura, la instrucción de las nuevas generaciones para que no vuelvan a ocurrir casos como esos. Los gobiernos de turno, y la sociedad en general, tiene esa tarea mayor, por el bien de la Nación y por el porvenir de nuestro  querido Perú.

P. V.- La dictadura en el Perú ha sido una constante, ¿cómo ves nuestra incipiente  democracia desde la distancia? 

P. M. M.- Siempre he pensado que la democracia en América latina es como un niño que empieza a caminar, aún le falta mucho por crecer, madurar, fortalecerse, reforzar sus estructuras, y combatir  por ejemplo, la corrupción, la ignorancia; y avanzar mejor en la educación. 

P. V.- Arequipa está presente en cada uno de tus latidos, ¿qué opinas de Vargas Llosa y Oswaldo Reynoso? 

P. M. M.- Son dos voces importante que han emergido desde el Misti, y cada quien ha aportado, quizá lo mejor de ellos, dejando siempre esa marca, esa huela propia de todo arequipeño. Arequipa es nuestra Madre y nuestra Patria. 

P. V.- ¿Por qué tu «palabra es un grito irreversible en la nada»? 

P. M. M.- Todo grito que damos es siempre una expresión profunda, porque es la fuerza interior que no volverá atrás, como las aguas de los ríos que no vuelven al punto de partida. 





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